HACE nueve días que se pudo leer en este espacio una frase que no convenció a muchos e irritó a bastantes. "Toda nación es un invento", se afirmaba en ella y, de inmediato, surgieron los comentarios descalificadores. Hubo de todo en ellos. Quizá sea momento de formularnos algunas preguntas; por ejemplo, ¿se trata, una nación, realmente de un invento? ¿Es un convenio, un acuerdo suscrito libre u obligaroriamente por muchos? ¿Es una construcción, una elaboración política realizada a partir de un determinado concepto de soberania? ¿Lo fue así en su momento? ¿Es hoy la soberanía, su concepción, la misma que era a finales del XIX o a comienzos del XX? ¿Lo es cuando no pocas cancillerías europeas se plantean, desde hace años, la conveniencia de suprimir sus embajadas en los países de la UE? ¿Lo es cuando la moneda es común, las relaciones exteriores tienden a homogeneizarse y hay una fuerza militar que se pudiera suponer más o menos europea o al menos en camino de serlo? ¿Hay pueblos y culturas escindidas en naciones diferentes? ¿Una nacion sin estado, es un pueblo o una nación? ¿Un estado con dos lenguas, es una nación o son dos? ¿Son necesarios más estados nación y con ello más policías, más ejércitos, más fronteras?
Se me ocurren algunas preguntas más y, a al lado de cada una de ellas, las posibles respuestas junto con el zafarrancho de combate que se derivaría, de todas y de cada una, tan pronto como fuesen formuladas. Pero pueden ir haciéndolo, cada uno de ustedes individualmente, mejor si olvidan las verdades aprendidas en los lejanos y primeros años de sus vidas para poder ir acercandose a conclusiones de propia elaboración; con independencia de que estas sean coincidentes con aquellas o diverjan por completo. De no hacerlo así, el paisaje resultante sería, mutatis mutandi, al ofrecido en Europa, a partir de mediados del XVI por las consecuencias de La Reforma y las muchas variedades surgidas, desde Lutero hasta Calvino, de una misma realidad cristiana.
Si se decidiesen mis lectores a afrontar tal riesgo les recomendaría que antes leyesen Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia, el libro de Stegan Zweig del que ya hemos hablado aquí. en la traducción que de él hizo Berta Vias Mahou y editado que fue por Acantilado hace un par de años. Se trata de un inmenso momumento a la tolerancia y a la compresión, a la admisión de las ideas del otro y al afán de unir y no dividir en razón de intereses personales, de mantenimiento de los de clase o de un estado de cosas que sólo los espíritus fuertes con capaces de afrontar con la serenidad precisa. ¿Una nación es un invento? ¿Qué és realmente una nación? ¿Podemos vivir en una sin saberlo, o ignorándolo? Léanse el libro, si no lo han hecho ya. Verán que hay paisajes en los que es mejor no aventurarse o hacerlo con el ánimo bien dispuesto.